SENTIDO CONSTITUCIONAL & HERMENÉUTICA
En estos momentos de quiebra de tantas realidades, se viene hablando de la necesidad de un nuevo Contrato Social, en España, en Europa… y en Naciones Unidas. En mi opinión, respecto de España, convendría retranquearse un poco del momento crítico en el que estamos inmersos, y retomar el sentido constitucional de 1978 que quiso garantizar la convivencia democrática y establecer un orden económico y social justo.
¿Acaso puede fracasar aquella fuerza interior que movió a tantas personas en la década del 68?
El «sentido» constitucional tiene que ver con la filosofía hermenéutica. No se trata de interpretar sólo lo escrito al pie de la letra o con cierta coherencia interna y jerárquica sino de «desvelar» el hacia dónde y el para qué de la norma de las normas o de la Ley de las Leyes, y, teniendo en cuenta la realidad presente, «actualizando» la realidad y los hechos sociales, económicos, políticos e institucionales, tratar de dar una respuesta; resolver, en su caso, transformar si fuera necesario. Es cuestión, pues, de introducir, junto al conocimiento y la impresión afectiva de la realidad, la voluntad efectiva de una praxis transformadora orientada hacia el bien de toda la ciudadanía.
El tema puede parecer complicado. Pero tampoco es tan difícil como para esquivarlo. Hay que afrontarlo. Por mi parte, incluso pienso que sería suficiente con que retomásemos la lectura de los diez primeros artículos de la Constitución (CE), sin olvidar, claro está, el Preámbulo que viene a darnos magistralmente la «voluntad constituyente».
¿Qué se pretendía entonces? Se deseaba establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de toda persona. Ello implica:
1. Garantizar la convivencia democrática
2. Consolidar un Estado de Derecho bajo el Imperio de la Ley
3. Proteger los Derechos Humanos, culturas y tradiciones, lenguas e instituciones
4. Promover el progreso cultural y económico con el fin de lograr una mayor calidad de vida
5. Lograr una sociedad democrática avanzada
6. Colaborar en fortalecer relaciones de paz y de cooperación entre todos los pueblos de la Tierra.
¿Cuáles eran los valores superiores? La libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Hoy, quizás por contraposición al enfrentamiento de civilizaciones promovido por intereses económicos y de hegemonía política, habría que añadir «la interculturalidad».
La propia visión cultural de las cosas y el propio sentir y pensar conviene dialogarlo con la visión de los demás y sus apreciaciones de la realidad; y, en la comunicación de una cultura con otra o de una lengua con otra, hay que establecer un espacio de entendimiento y de intercambio. Los Partidos Políticos expresan pluralismo pero no dialogan, se enfrentan o se alían según intereses, no son interculturales, y además, fallan mucho en democracia interna y externa. Lo mismo podría decirse de los distintos gobiernos, de los sindicatos, y de las asociaciones empresariales, o de las actuales asociaciones de autónomos.
¿Qué decir de la Soberanía Nacional o de la Forma Política del Estado y de Las Fuerzas Armadas? Cuanto menos que es absolutamente necesario «actualizar las realidades» y, tomada la pertinente conciencia, avanzar hacia un Nuevo Contrato Social. De hecho, el «sentido constitucional» es naturalmente contractualista, y, desde el presente, debe encarar el futuro por medio de un amplio consenso. Hay que encaminarse hacia un Nuevo Horizonte de Comunidad Humana.
Los artículos 9 y 10 (de la CE) no tienen desperdicio. Sujetos a la Constitución y al Ordenamiento jurídico, corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para la libertad y la igualdad. Lo fundamental: la dignidad de la persona, los derechos inviolables, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley justa, y a los derechos de los demás… Para concluir la orientación y el norte del sentido constitucional esbozado, bastaría con recordar el art. 10, 2:
«Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los Tratados y Acuerdos Internacionales sobre las mismas materias ratificados por España».
¡Ojala! Ni conviene bajar la guardia, ni tampoco desfallecer en los avances hacia una democracia cada vez más real. Ya nos lo indica Stéphane Hessel, en pro de una Europa Federal, una Europa Política y Social -frente a la Europa Mercantilista e Individualista- en su opúsculo: ¡No os rindáis!
“Si dejamos que el nacionalismo y el euro-escepticismo se impongan, corremos el riesgo de ser arrastrados de nuevo a los lados más oscuros de nuestra historia”
En primer lugar, agadeceros la invitación y aceptación en el grupo de compañeros que intenta «actualizar» lo real del momento en clave social, como veteranos socialistas. En segundo lugar, al andar por los madriles, me he acordado de algo que ya dijo Antonio Hernandez Gil respecto de la Metodología de la Ciencia del Derecho: » la función de la Filosofía consiste en dotar a los teóricos y a los prácticos del Derecho de una consciencia crítica del significado y los límites de su quehacer… [puesto] que se ocupan de problemas particulares y contingentes, si bien las soluciones dependen del uso de determinados métodos de investigación». En tercer lugar me pregunto sobre las carencias filosóficas de nuestros políticos actuales, y del grave error de querer eliminar ese quehacer como conciencia crítica en la sociedad contemporánea.
José Mora Galiana
El tema vuelve a ponerse de actualidad en estos momentos, en relación con fuerzas independentistas y antisociales en España y mercantilistas y desintegradoras en Europa