¿VIVIR EN BELIN?

         Residir en Berlín, a pesar de la relativa cercanía de los conflictos entre Rusia y Ucrania, puede considerarse todo un privilegio de la vida, sobre todo culturalmente hablando y también desde la vertiente intercultural. Museos, parques y espacios naturales, barriadas con zonas de compras, cafeterías o restaurantes, el río, los lagos,…. y las comunicaciones son excelentes. Pasear por las amplias aceras de la ciudad, en evolución permanente, y contemplar su arboleda es todo un privilegio.

         Teniéndose cubiertas las necesidades básicas de salud, habitad y alimentación, trabajo y formación, uno podría sentirse afortunado. La pregunta se reabre en la urbe, no obstante, por vertiginoso aumento del precio de los alquileres actuales de la vivienda.

          ¿Cuánto debe trabajar y ganar para poder sobrevivir, dignamente, una familia de mediana edad con descendencia infantil y/o adolescente?

         Con motivo de la visita de la Jefatura del Estado Español a Alemania, en la propia Embajada Española de Berlín, el 16 de octubre, durante el primer saludo a personas de origen hispano, se aprovechó la oportunidad para manifestarle, entre otras, la necesidad de incrementar los sueldos de las personas trabajadoras de la propia Embajada.

         Sin estadísticas concretas en la mano, pero en una primera aproximación a algunos de los portales de alquiler más visitados en Alemania, parece ser que un piso de una sola habitación en una zona céntrica de Berlín puede rondar los 700€ (entre 10 y 15 € por m2), excluyendo el hecho de estar amueblado u otros requisitos que encarecen sin duda el inmueble.

         La desbandada de los ciudadanos hacia zonas menos encarecidas ha provocado un éxodo del centro hacia la periferia que, a pesar de todo, no logra salvaguardarse de la inevitable onda expansiva procedente del centro.

         Más allá de este ‘éxodo’ interno la capital alemana mantiene su dinamismo y continúa su crecimiento frenético. De hecho la población se va aproximando a los cuatro millones de habitantes: unos 3, 645 millones en 2019 y 3, 770 en 2022. Salgas a la calle de mañana, sobre las 14 horas, o por la tarde, incluso al anochecer, la movilidad de personas es espectacular por ciertos lugares.

         Vivir en Berlín, en sí mismo, es una maravilla. Se trata de una gran urbe, la más poblada de Alemania,  y con su propio caché e historia…. Pero, la pregunta es si, tras las crisis sufridas y los efectos de los años 2020 y 2022, se pueden aventurar las personas y familias jóvenes a la opción personal o familiar de vivir en la gran ciudad, próxima al Estado de Polonia.

         Desde una perspectiva sevillana-andaluza, la dialéctica centro periferia y el tema del éxodo de la ciudad hacia el campo parece cada vez de más actualidad. Nos vemos, una vez más, ante la realidad histórica, compleja, dinámica y abierta.   

LOS RUSOS NO QUIEREN COMBATIR

     Desde que el 21 de septiembre pasado, Vladimir Putin decretara la movilización parcial (una movilización general encubierta), 250.000 hombres en edad de empuñar las armas han abandonado Rusia. Lo han hecho por medio de las pocas fronteras que aún tienen abiertas y por  todos los medios posibles: avión, tren, autobuses, muchos en sus coches, bicicletas e incluso a pie. Desde el 24 de febrero de 2022, fecha del inicio de la invasión rusa, hasta el decreto de movilización, otros 500.000 hombres habían huido del país. Es decir, desde que empezó la guerra 750.000 hombres aptos para combatir han preferido el exilio a participar en la guerra de Putin. Alguno, una vez fuera del país, lo ha dicho con claridad meridiana: «Yo me alistaría si hubieran atacado a mi país, pero a nosotros no nos ha atacado nadie»

     A estos hombres que consideran injusto luchar en esta guerra imperialista hay que unir intelectuales, científicos, técnicos, mujeres y hombres en profundo desacuerdo con esta matanza absurda desencadenada por el autócrata del Kremlin y que está suponiendo una tremenda sangría para esta nación. No olvidemos que los hombres y mujeres que toman el duro camino del éxodo, no sólo no combaten, también diezman la cadena productiva de Rusia y, en definitiva, la empobrecen y debilitan.

     Por si esto fuera poco, en los territorios recientemente anexionados «manu militare», El Donbas con sus dos provincias más Zaporiya y Jersón, el Kremlin pretende una movilización general de hombres entre 18 y 35 años, es decir, obligar a los ucranianos de estas zonas a alistarse y luchar contra el ejército ucraniano que pretende recuperar su país. Naturalmente, esto está provocando otra huida hacia zonas no controladas por el ejército ruso.

     Hay un fuerte contraste entre las celebraciones de la anexión en salones palaciegos de una blancura impoluta con columnas con capiteles dorados, constelados de banderas y uniformes entorchados, de una estética plagiada de los fastos zaristas, y lo que ocurre en el campo de batalla donde el ejército ucraniano está arrollando al ruso, que se bate en el noreste y en el sur en franca retirada. Mientras Putin firma solemnemente en Moscú la anexión de los nuevos territorios que «Formarán parte de Rusia para siempre», en el teatro de operaciones militares está rápidamente perdiendo por la fuerza de las armas, el terreno recién adquirido.

     Es tan ridículo que, si no fuera por el coste en vidas humanas, dolor y destrucción inhumana, sería cómico este gran teatro del mundo moscovita.