Este caballero que se acaba de convertir en el máximo responsable del PP, tuvo hace algún tiempo, cuando era más joven, hoy tiene 60 años, amistades peligrosas de esas que controlan las lanchas rápidas que, con droga, sortean ágil y peligrosamente las bateas de mejillones de las rías gallegas. Ya por entonces despuntaba en el partido popular. Posteriormente cuatro mayorías absolutas en Galicia, certifican su eficacia política que tiene el mérito, además, de haberle cerrado el paso a Vox en su comunidad autónoma. Es hombre de talante tranquilo que dice cosas tan razonables como esta; «Yo no he venido aquí a insultar a Pedro Sánchez, sino a ganarle». Es lo contrario de Pablo Casado, al que más allá de la descalificación y el insulto, no se le conoce propuesta alternativa alguna para gobernar este país.
Estamos pues, ante un hombre más próximo al talante y a la generación de Rajoy y desde luego parece un adversario más serio que el anterior, aunque no se ha fajado aún en la política nacional. Su estreno en este ámbito no ha sido muy afortunado porque coincide con la aparición de Vox en el gobierno de Castilla y León que está por ver qué consecuencias tiene en esa Comunidad y en el resto de España. Parece que la dirección del PP tiene asumido que, si quiere gobernar en algunas CCAAs y, sobre todo, en el Estado, tiene que hacerlo con Vox, legitimando así una fuerza política ultraderechista, antifeminista, xenófoba y con claros ribetes anticonstitucionales que, eso sí, procede como el mismo PP del franquismo sociológico. Sus electorados además, están de acuerdo en que se entiendan. Muchas veces Vox dice lo que el PP piensa y no se atreve a decir. Así pues, allí donde sumen y se necesiten para gobernar, lo van a hacer sin complejos. Después de todo Vox no deja de ser una escisión desafortunada del partido popular.
Por otra parte, la línea inaugurada por Feijó, contiene formas distintas pero sin variaciones sustanciales de fondo. Así, insiste en una bajada de impuestos obviando que esta se ha producido con los hidrocarburos y otros productos necesarios durante la pandemia, olvidando también que su partido «baja» los impuestos en la oposición pero los sube cuando gobierna. Se abre con tres años de retraso a negociar la composición del CGPJ, pero condicionándolo a la tan traída y llevada bajada de impuestos. Esta vieja actitud del PP de Feijó va a retrasar, y en el peor de los casos impedir, acuerdos de Estado tan necesarios como la política exterior – en la que, a veces, el Gobierno da bandazos tan espectaculares como el del Sahara-, en ayudas europeas o respecto al propio órgano de gobierno de los jueces.
El Gobierno mal que bien ha ido capeando hasta ahora el fortísimo temporal de una pandemia que paralizó el planeta, la subsiguiente crisis económica, un volcán en La Palma y una guerra en Europa de desenlace todavía incierto pero cuyos efectos políticos y económicos ya se hacen sentir. Está por ver si el pueblo español aprobará en su día su gestión y le concederá otra legislatura o por el contrario la derecha que representa el PP, aliada con la ultra-derecha de Vox, gobernará España con un programa retrógrado.