POR MUNDO MEJOR Y MÁS SOSTENIBLE

NATIONAL GEOGRAPHIC nos ofrece una Agenda 2021, subtitulada “Un mundo mejor y más sostenible”. Merece la pena fijarse en sus contenidos, a modo de programa. Sólo el final de diciembre y el inicio del “Año Nuevo” ya invitan a ello: “Las tasas de pobreza en el mundo se han reducido casi a la mitad desde el año 2000. El fin de la pobreza es un desafío y un requisito para el desarrollo sostenible.

La Cobertura Universal de Salud, el acceso universal a una Educación de calidad, duplicar el rendimiento agrícola; el hábitat, el trabajo digno…, y la solidaridad de los países ricos con los pobres son objetivos eficientes para poner fin a la pobreza y lograr una convivencia de bienestar en todo el planeta

Acabar con enfermedades malignas, adoptar un estilo de vida saludable, combatir la malnutrición, lograr la igualdad de niñas y niños para completar su enseñanza primaria y secundaria -pero también para el acceso a la formación profesional y universitaria-, y fomentar actividades de voluntariado, así como fortalecer las políticas de igualdad y empoderamiento de las mujeres es ya un objetivo para estos momentos históricos, conjugando al unísono libertad e igualdad de las personas y pueblos.
Desde el próximo mes de marzo se nos invita, dada su urgencia, a proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua: bosques, montañas, humedales, ríos, acuíferos y lagos. Se nos invita a las buenas prácticas de no malgastar el agua, no abusar de la energía eléctrica y avanzar en eficiencia energética.

Mejorar el entorno de trabajo y combatir los empleos precarios es un objetivo para una nueva primavera.

La nueva era verde y digital obliga también a planificar infraestructuras, sobre todo en países en proceso de desarrollo –desarrollo que debe ser integral e integrador-. Economía, Ingeniería y Arquitectura son muy importantes para el codesarrollo responsable. “Lograr una mayor intervención de los países en desarrollo en las decisiones de las instituciones económicas mundiales es una meta a alcanzar en la ONU.

Ningún país puede luchar solo. La cooperación es condición sine qua non en la década más calurosa, la del 2010, ante el cambio climático. Por eso se invita también a las buenas prácticas de priorizar el transporte público, minimizar el uso del coche, y utilizar la bicicleta.
¿Somos conscientes de que 3.000 millones de personas en el mundo dependen para su sustento de los océanos?

¿Somos conscientes de que garantizar el acceso a la información y proteger las libertades fundamentales son requisitos imprescindibles para los objetivos de paz estable? Sin transparencia no podemos avanzar. Sin compromisos prácticos tampoco.
Desde Agosto se nos dice que, en África, los usuarios de internet se han duplicado en cuatro años. “La difusión de la tecnología en todos los países del mundo es clave para su desarrollo”.

Nuestra realidad “urbanícola” también plantea muchos retos, pues unos 3.500 millones de personas, la mitad de la humanidad, vive en ciudades. En consecuencia, lograr ciudades inclusivas, asentamientos dignos y sostenibles, formar comunidad pro vivienda digna, evitar el abandono escolar, invertir en educación, invertir en el sistema de salud pública, lograr paridad representativa en los espacios e instituciones públicos, potenciar juegos libres de sesgo de género, pero también fomentar la interculturalidad y la “transculturalidad” es un horizonte ya presente entre nosotros –aunque requiere no sólo de cambio de mentalidades sino también de actitudes en las relaciones con las demás personas-. Finalmente, es urgente favorecer y apoyar los vínculos económicos, sociales y ambientales positivos entre las zonas urbanas, perirurbanas y rurales. Nuestro Otoño ha tenido muchos problemas en este aspecto, por causa de la pandemia, pero también nos ha hecho pensar en un posible ideal para el futuro Oroño 2021.

La experiencia 2020 puede servir, sin duda, para una nueva propuesta: “Para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son necesarias sociedades pacíficas, justas e inclusivas.” Esencial: reducir la violencia estructural y todo tipo de violencia, combatir la corrupción y la mentira, ser transparentes y veraces, y garantizar la participación ciudadana en libertad e igualdad.

DECENCIA


Hablemos, otra vez del COVID-19…se acerca la Navidad, antes un largo puente, y se abre otra vez el dilema.., Salud o Economía….

Olvidamos todo pronto, hasta lo bueno, por muy cercano en el tiempo pasado que lo tengamos…¿por qué salimos, o controlamos la “primera oleada”?..Indudablemente por el largo confinamiento domiciliario que redujo los contagios y, lo más importante las muertes a unos niveles “soportables”, por llamarles de algún modo.., se antepuso la salud de la población a la economía.., claro que por el tiempo suficiente para que luego se pudiese recuperar la actividad, o eso parecía…y ¿hemos aprendido algo?

Como la mayor parte de los mensajes políticos y mediáticos, en su pretensión de llegar a todos los rincones y de simplificar el debate, en exceso, creo que irresponsable y deliberadamente, se presenta el falso dilema entre salud o economía, algo inaceptable.

Con urgencia, la solución debe darla la política, (ya llegará la milagrosa vacuna), es una cuestión de decencia, de reforzar, de revertir, de mejorar las políticas públicas

¿Salud frente a economía? No parece que, en la confrontación política, eso sea muy importante. La derecha, y extrema derecha, están en el empeño de poder rentabilizar electoralmente la confrontación con el Gobierno, presentando su política de gestión de la pandemia, según sus declaraciones, como de atropello a la libertad, falta de transparencia, obscurantismo, hostilidad a gobiernos de CCAA concretas por no ser de su cuerda, destrucción de tejido empresarial y del empleo…

Diríamos que la oposición se siente cómoda en esta trinchera y, lo más importante, que no le preocupa mucho la salud de la ciudadanía, o va a la política de Bolsonaro, de conseguir la “inmunidad de rebaño”

Qué importa que, como todo el mundo sabe, ellos mejor que nadie, que los Centros de Atención Primaria, en déficit de inversión, no cuenten con personal y equipamiento suficiente para atender las necesidades sanitarias de sus zonas de gestión y mucho menos para realizar en las siguientes fases el diagnóstico precoz y el seguimiento o rastreo de los contagios.

A diario leemos que una parte de los centros de especialidades y servicios de urgencia de atención primaria en algunas zonas, urbanas y rurales, están cerrados, y/o, no disponen de suficiente personal; que, al no funcionar todavía los hospitales al cien por cien, muchísimas consultas, pruebas diagnósticas e intervenciones quirúrgicas estén siendo aplazadas o ni siquiera han sido programadas; que sea Andalucía, (no olvidemos la responsabilidad de la gestión sanitaria de quién es), la que dedica a la sanidad menos recursos por habitante…

En el cuerpo a cuerpo del rifirrafe político todo esto es irrelevante; para ocultar esta realidad cuentan con un monumental aparato de propaganda a su servicio. Creíamos contar con un sistema sanitario envidia de medio mundo, con los mejores profesionales, aunque mal pagados y considerados.. La propaganda ocultó que la situación de la sanidad era deficitaria, y lo destapó una situación como la del coronavirus; es evidente que, si no se hubiera desmantelado la estructura de salud pública, la ciudadanía habría contado con más medios para enfrentar la enfermedad.

La vieja economía, la que nos ha llevado a la crisis, la que alimenta la deuda, la que promueve la exclusión social, la que concentra la renta y la riqueza… sólo piensa en la gente como consumidores, en los trabajadores como un coste y en las mujeres como trabajadoras gratuitas, para la familia y los cuidados; y no tiene otro objetivo que hacer máximo el crecimiento, al precio que sea. Esa economía no funciona o sólo lo hace para las elites. Esa economía es la que convierte la salud en una mercancía, la que hace enriquecer a multinacionales y a numerosos fondos de inversión y especulación que se reparten hospitales y centros de salud que se financian con fondos públicos.

La salud es un derecho humano básico, al igual que la educación, la vivienda, a reivindicar, junto al empleo decente, un planeta habitable, el cuidado de los mayores y la equidad y la lucha contra la pobreza…

Y la economía que hemos conocido hasta ahora, y que los poderosos quieren mantener, no garantiza esos derechos; al contrario, los atropella y borra. Repetimos, el dilema salud-economía es una trampa que de ningún modo podemos aceptar.

La mayoría de los ciudadanos no podemos “comprar” todo en el mercado y necesitamos de políticas públicas para la igualdad.. , porque la economía, para que sea economía decente, tiene que poner en el centro de todo a las personas y de estas, a los más necesitados.