La familia afrohispana, como tenía previsto en cuanto se abrieran las fronteras, cerradas por causa del andariego corona virus 19, vino a su Sevilla -donde había nacido el nieto y también su hermana mayor-. De hecho tenían previsto iniciar el curso escolar por los lares del Guadalquivir, compartiendo junto al amor de la madre y su padre, el afecto y cariño de la abuela y el abuelo. En su casa, les esperaban sus juguetes y cuadernos…, las bicis, cochecitos y muñequitas, y el reto de crecer y ser ellos mismos como lo es el baobab, aunque hijos de dos continentes. En ratos libres, el abuelo dibujaba con la nieta y el nieto la mano, indicando los dedos: la dignidad (el pulgar), la libertad, la igualdad, la solidaridad y la ciudadanía (el meñique). Decía que eso era la mano de la justicia. Nieta y nieto le hacían muchas preguntas tratando de entender algo extraño…
Al final, el nieto dijo: «quiero hablar; yo quiero hacerme grande y crecer como un baobab». Con lo que el abuelo, satisfecho, concluyó para sus adentros: «colorín colorado esta especie de cuento o relato filosófico se da por terminado. ¡Buen modo de celebrar la vuelta al Cole!»
El baobab, como símbolo de paz y de sabiduría, esparce en estos momentos -de grandes dificultades- semillas de tolerancia, igualdad y trabajo, amor y libertad; convivencia, salud, justicia, respeto, y solidaridad. «Amin, Amén». Ese es nuestro deseo frente a tanta realidad adversa y frente a las injusticias estructuralmente establecidas.
A fecha, 14/09/2020.
José Mora Galiana
No se olvide que, en la base del Baobab, la Educación es como el núcleo de las mismas raíces del posible desarrollo integral.
Gracias por la historia tan sencilla y robusta, como ese árbol. Al leerla, pensaba como tantas veces: ¡Qué simple es todo y cuánto complicamos luego las cosas!
«Tener un pie biológico y cultural a cada lado del Estrecho». Qué hermosa metáfora de la movilidad del ser humano, tan vieja y tan actual. El amor entre un hombre y una mujer sin importar el color de la piel. Y una herencia preciosa, que debe aprender a gestionar el ridículo empeño del ser humano sembrar fronteras y las distancias culturales… ¡Salud para el baobab y para los pequeños!