La familia afrohispana, como tenía previsto en cuanto se abrieran las fronteras, cerradas por causa del andariego corona virus 19, vino a su Sevilla -donde había nacido el nieto y también su hermana mayor-. De hecho tenían previsto iniciar el curso escolar por los lares del Guadalquivir, compartiendo junto al amor de la madre y su padre, el afecto y cariño de la abuela y el abuelo. En su casa, les esperaban sus juguetes y cuadernos…, las bicis, cochecitos y muñequitas, y el reto de crecer y ser ellos mismos como lo es el baobab, aunque hijos de dos continentes. En ratos libres, el abuelo dibujaba con la nieta y el nieto la mano, indicando los dedos: la dignidad (el pulgar), la libertad, la igualdad, la solidaridad y la ciudadanía (el meñique). Decía que eso era la mano de la justicia. Nieta y nieto le hacían muchas preguntas tratando de entender algo extraño…
Al final, el nieto dijo: «quiero hablar; yo quiero hacerme grande y crecer como un baobab». Con lo que el abuelo, satisfecho, concluyó para sus adentros: «colorín colorado esta especie de cuento o relato filosófico se da por terminado. ¡Buen modo de celebrar la vuelta al Cole!»
El baobab, como símbolo de paz y de sabiduría, esparce en estos momentos -de grandes dificultades- semillas de tolerancia, igualdad y trabajo, amor y libertad; convivencia, salud, justicia, respeto, y solidaridad. «Amin, Amén». Ese es nuestro deseo frente a tanta realidad adversa y frente a las injusticias estructuralmente establecidas.
A fecha, 14/09/2020.
José Mora Galiana