Hemos tenido una primavera atroz de encierro obligatorio y ahora estamos viviendo un extraño verano de miedos, incógnitas y malos augurios
En efecto, la pandemia no sólo no se corta, sino que, cada día se multiplican los brotes y los casos, muy señaladamente en Madrid y Cataluña, acompañados ahora de Aragón, que ya fueron los principales focos en la anterior oleada.
Hemos tenido ocasión de viajar este verano por gran parte de España y hay miedo entre la población y cierta tristeza pegajosa. También hay preocupación porque el sistema sanitario público está sometido de nuevo a una prueba de esfuerzo que no sabemos si superará. Los sanitarios protestan porque los refuerzos prometidos en atención primaria y en la red epidemiológica no llegan, singularmente los rastreadores que debían servir para prevenir y cortar los contagios. Hay, pues, una crisis sanitaria en ciernes que hereda los problemas no resueltos de la primera ola.
Paralelamente, estamos inmersos en una crisis económica de una magnitud desconocida. Con la mala suerte de que, una de nuestras principales industrias, el turismo, requiere la concurrencia de millones de personas y su concentración en determinados lugares, lo cual es, hasta cierto punto, incompatible con unas medidas eficaces de prevención de la pandemia. Los principales países emisores: Reino Unido, Alemania, Francia, Bélgica, Suiza, Suecia, han aconsejado, incluso con medidas de cuarentena, a sus poblaciones, no viajar a España. Esto afecta desde la compañías aéreas a la tiendas de regalos, pasando por la cadena hotelera y hostelera y golpeando directamente a centenares de miles de puestos de trabajo.
La única consecución positiva de los últimos tiempos, es el gran acuerdo económico europeo que va a permitir a España disponer de cantidades millonarias para afrontar sus múltiples problemas.
Como consecuencia de la crisis económica (otros la llaman Recesión) hay todavía centenares de miles de trabajadores acogidos a los ERTEs y el paro ha subido varios puntos, hay muchas personas solicitantes del ingreso mínimo vital (IMV) y ha aumentado la desigualdad y la pobreza, configurando una crisis,social de consecuencias imprevisibles.
Por si la crisis sanitaria, económica y social fuera poco, debemos añadir una cuarta: la crisis borbónica. Un rey irresponsable, no sólo en el sentido que le otorga la Constitución, sino en todos los sentidos, ha metido al país innecesariamente en una crisis institucional que veremos cómo se resuelve.
Juan Carlos I, está siendo investigado por la Fiscalía suiza y el Supremo español por blanqueo de capitales, comisiones ilegales y posible delito contra la Hacienda pública. Está en paradero desconocido.
Su afición a los negocios oscuros y a amantes rubias, lo ha llevado a exiliarse siguiendo la senda de su padre y de su abuelo.
Los españoles no se merecen esto.