La crisis del momento actual, en España, fruto de una creciente desconfianza en democracia, e incluso de ruptura de la relación entre personas gobernantes y gobernadas, parece tener dos caminos alternativos: uno, regresivo, fruto de la confrontación permanente, hacia la involución; otro, transformador y de renovación en defensa del Estado Social e Integrador de Derecho.
En defensa de la democracia – libro publicado en la editorial Almuzara, Córdoba, 2019- llama la atención el subtítulo: “Crisis política, populismo, y nacionalismo de Barcelona a Washington”. Al final de dicho libro, Josep Piqué aborda “El mundo que nos viene”, y en el apartado último sobre “España y la amenaza del nacionalismo disgregador”postula la defensa de Europa como proyecto político integrador y los valores de Occidente como claves para combatir el secesionismo y cualquier otra forma de populismo. La opción alternativa a esa defensa, dice, es la vuelta a un pasado que queríamos superar para siempre. Retroceder sería para mal.
Manuel Castells, en 2017, publicó en Alianza Editorial un libro titulado Ruptura. La crisis de la Democracia Liberal. Reconocía en dicho libro que la construcción de una Europa unida en su economía y en sus instituciones ha sido el proyecto político más ambicioso y visionario de las últimas cinco décadas. No obstante, señalaba tres fallas principales de la construcción europea: a) la falta de una identidad común, es decir, de un fuerte sentimiento compartido de pertenencia a una comunidad cultural e institucional; b) la política económica, es decir, el déficit democrático respecto a las desigualdades económicas, la ficticia integración o no en el proyecto del euro en 1999, y el dominio de los intereses financieros sobre las prioridades sociales; c) la xenofobia, fruto de las crisis migratorias, con componentes intra-europeos (por amplios desplazamientos de los países más atrasados a los países más dinámicos) y extra- europeos (de éxodos de personas en situaciones límite). “Es decir, ante las grandes crisis de la década, la crisis económica ocasionada por el defectuoso diseño del euro y la crisis migratoria, la Unión se fraccionó en sus políticas y profundizó sus conflictos, evidenciando la precariedad de su proyecto”.
Vivimos, sin duda, tiempos de incertidumbre, pero también vivimos en la esperanza que del fondo de las crisis pueden surgir movimientos sociales de incidencia histórica capaces de cambiar las mentes y, por medio de la praxis, transformar positivamente la realidad y las instituciones. En ello, la experiencia y la historia son maestras de la vida.
Sobre opciones alternativas al momento histórico actual, Antonio García Santesmases, en 2013, publicó una aportación suya al libro La filosofía ante el ocaso de la democracia representativa. Se titulaba: “Liberalismo y socialdemocracia hoy”. Advertía que no será sencillo encontrar una respuesta adecuada a la crisis actual. No obstante, hacía una defensa de los valores solidarios que pueden suscitar interés por el Bien Común, en el marco común europeo, desde un Estado Social y Democrático de Derecho:
Decía Santesmases: “El problema está en que hemos ido poniendo valores encima de la mesa (laicidad, federalismo, interculturalidad, solidaridad) pero las transformaciones del sistema productivo van disminuyendo el papel de las instituciones que habían desarrollado hasta ahora esta tarea de transmitir valores igualitarios, de compensar los excesos del capitalismo, de evitar los peligros de un sistema productivo depredador.”
Por lo anteriormente dicho, respecto a las opciones de involución neoconservadora, cabe que en España y en Europa se emprenda un camino social y liberal, socialdemócrata e internacional que asuma las preocupaciones del cambio climático, el desarrollo sostenible, el comercio justo, y el consumo responsable frente al mundo de la globalización capitalista y neoconservadora. Nos jugamos el proyecto social europeo y el modelo social que dio lugar al Estado de Bienestar y legitimó la democracia como la forma de vida y convivencia, fruto contractual de consenso.
Añadir, finalmente, que en relación con el fenómeno migratorio, estamos retrocediendo en Europa al flaquear en la garantía de los derechos fundamentales y respecto a la exigencia de los Derechos Humanos en defensa de la dignidad de toda persona.