FILOSOFIA POLÍTICA Y ACTUALIDAD DEL SOCIALISMO DEMOCRÁTICO EN ESPAÑA

FILOSOFIA POLÍTICA Y ACTUALIDAD DEL SOCIALISMO DEMOCRÁTICO EN ESPAÑA

En 2013 se publicó un libro que lleva por título La Filosofía ante el ocaso de la Democracia Representativa. Pluralismo, consenso, autoritarismo. En dicho libro, Antonio García Santesmases escribía un artículo: “Liberalismo y socialdemocracia hoy”, que a mi modo de ver goza de total actualidad, al menos en España.
Interesa sobre todo, tal vez, la cuarta parte que trata de las alternativas en el momento actual optando, frente al impacto del neoliberalismo (ahora, además, neoconservador y supuestamente “patriótico”), por el socialismo democrático, poniendo valores de solidaridad, civismo y moralidad encima de la mesa:
1. El respeto a los valores cívicos, sin fundamentalismos de tipo religioso, y con sentido laico abierto y dialogante.
2. Apuesta por una nueva lectura del concepto de nación, encaminada hacia el federalismo y por la interculturalidad, es decir, lealtad federal respetuosa con la diversidad.
3. Relación no conflictiva con las personas trabajadoras inmigrantes, estableciendo políticas de integración y fomentando y preservando el vínculo moral ciudadano y de respeto a toda persona humana.
4. Combatir y compensar los excesos del capitalismo y evitar los peligros de un sistema productivo depredador. Pues, en contraposición a la actividad sindical y a la escuela pública [o los servicios de salud pública y las promociones públicas de vivienda…], el neoliberalismo económico, el neoconservadurismo moral, y el neo-imperialismo internacional han ido conformando una alianza política, económica y moral extraordinariamente potente que se opone a la solidaridad y a la igualdad, a la defensa de los derechos económicos y sociales, al derecho al trabajo, a la regularización del mercado de trabajo, y al mantenimiento de los sistemas de protección social de tipo socialdemócrata.

No obstante, además, y desde una perspectiva internacionalista, sigue siendo actual el pensar en una opción alternativa y sistémica al actual mundo de la globalización económica y mercantilista, individualista y poco comunitaria, ya que el socialismo democrático no hace sino defender la exigencia del Bien Común y del Interés General.
Un liberal del siglo XX como Bertran Russel, en su análisis social, introdujo en su libro El Poder, el siguiente pensamiento práctico: “No hay esperanza para el mundo mientras el poder no sea domeñado y puesto al servicio, no de este o aquel grupo de tiranos fanáticos, sino de toda la raza humana, blanca, amarilla y negra, fascista, comunista y demócrata, pues la ciencia ha hecho inevitable que todos vivan o que todos mueran”.

Saludemos, pues, como positivo la posibilidad de un gobierno socialista democrático en España.

EL PACTO SÁNCHEZ-IGLESIAS

EL PACTO SÁNCHEZ-IGLESIAS.

Después de seis meses, dos Elecciones Generales y 1.300.000 votos y 10 escaños menos, se ha producido el acuerdo para un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos. Eso sin hablar del gasto intangible en desaliento, decepción y hartazgo de gran parte del electorado, especialmente de izquierdas, que contemplaba asombrado como sus representantes eran incapaces de ponerse de acuerdo. En parte esta pifia se ha subsanado hoy, sin que estuviera de más que sus responsables dieran alguna explicación más allá del abrazo escenificado ante las cámaras.
Mientras llegue una razonable explicación, si es que llega, nosotros vamos a aventurar la nuestra: No ha habido antes acuerdo porque los actores en presencia no han querido y ello, en contra de toda lógica, puesto que no hay diferencias insalvables en sus programas políticos, y en contra de los deseos y esperanzas de la inmensa mayoría de sus votantes. ¿A qué se debe pues, esta diferencia radical que impidió el acuerdo en abril? A que Pedro Sánchez no quería un gobierno de coalición y Pablo Iglesias no aceptaba un gobierno donde él no estuviera. Seguro que ha habido también errores de cálculo electoral, presiones y egocentrismo excesivo pero lo anterior nos parece evidente.
En las generales del 10-N que, no perdamos la perspectiva, el PSOE ha vuelto a ganar, los electores han sancionado a aquellas formaciones consideradas responsables de la repetición electoral. Así el PSOE ha perdido más de 700.000 votos y tres escaños, UP más de 600.000 votos y siete escaños y Ciudadanos ¡2.500.000 votos y 47 escaños¡ El dictamen de los electores para esta formación más que un castigo es un torpedo en su línea de flotación. Y es curioso porque Ciudadanos no estaba implicado directamente en la partida que se jugaba en el ámbito de la izquierda y, sin embargo, ha resultado el más perjudicado. ¿Por qué? Por su cerrilismo, su incoherencia, sus errores y porque sus electores llegaron a la conclusión certera de que sus votos no servían para gobernar España. Le hubiera resultado duro pero muy rentable un acercamiento al PSOE con el que sumaba mayoría absoluta y hoy, Rivera, sería vicepresidente del gobierno en vez de dedicarse a pasear al perro. Esto es lo que hace el centro liberal en toda Europa y por no hacerlo y aliarse con la extrema derecha lo abandonó Macrón, lo abandonó Valls, se fueran parte de los fundadores y dirigentes de su partido y finalmente lo abandonaron sus electores.
Estas elecciones generales de noviembre han tenido también otro efecto indeseado facilitado por la torpeza de la izquierda: El auge de la derecha y sobre todo de la extrema derecha cuyos argumentos populistas y simplistas pero claros convencen cada vez a más gente. No pensemos que son un problema solo del PP, en poco más de seis meses, después de un tiempo de hibernación, han pasado de extraparlamentarios a tercera fuerza política de nuestro país.
El pacto es un primer paso esperanzador pero al que habrá que sumar otros fuerzas algunas contradictorias con lo firmado. Nos referimos a los independentistass catalanes y singularmente a ERC cuya abstención parece necesaria para la investidura. Lo firmado con UP (más que nada una declaración de buenas intenciones que habrá que desarrollar) concreta que el dialogo sobre Cataluña se realizará dentro del marco de la Constitución, y esta no permite el secesionismo. A nuestro juicio, la necesidad de fuerzas no constitucionalistas es el mayor escollo para la concreción del pacto. Una parte de la derecha podría resolver esto con un rasgo de generosidad como el del PSOE con el PP permitiéndole gobernar con su abstención, pero es altamente improbable ya que, desde la transición, la derecha no ha tenido ningún rasgo de este tipo.
En definitiva, tenemos la oportunidad de configurar el primer gobierno de coalición progresista desde la II República acometiendo las reformas que nuestro país necesita y mejorando, dentro de un Estado Social y Democrático de Derecho, la calidad de vida de nuestro pueblo. Esperemos que los oscurantistas y los disgregadores no malogren el intento.

MÁS Y MEJOR DEMOCRACIA Y MENOS EGOLATRÍA Y PARTITOCRACIA

MÁS Y MEJOR DEMOCRACIA
Y MENOS EGOLATRÍA Y PARTITOCRACIA

La Democracia, teóricamente, en cuanto ejercicio de la soberanía por el propio pueblo, podría ser directa o indirecta (como democracia representativa). En nuestras democracias occidentales, claro está, la soberanía se ejerce por representantes intermediarios. Es decir, nos movemos en un contexto de democracia representativa. Pero… ¿Ejerce el pueblo su soberanía? ¿Se tiende, en nuestro Estado social y democrático de Derecho, a mejorar efectivamente las condiciones de vida del pueblo?
Egolatría se entiende como culto o amor excesivo de sí mismo. Es lo que se percibe y observa en los liderazgos actuales de los distintos partidos políticos.
“Partitocracia”, como neologismo y expresión coloquial, viene recogida en Wikipedia como predominio excesivo de los partidos políticos en el sistema democrático. De hecho, se reseña lo siguiente: “La concepción del Estado democrático, tanto en su versión de democracia representativa, como de la directa, se asienta sobre una relación bilateral entre ciudadanos y Estado. Tal y como la conocemos hoy, la naturaleza de la democracia estriba en la apropiación por parte del pueblo del poder político y de allí surge la necesidad de nombrar representantes para que, proviniendo de y a nombre del pueblo le administren su original poder. Sin embargo, en la práctica histórica, esta relación bilateral pasa a adquirir crecientemente un carácter trilateral: ciudadano-partido político-Estado, de tal manera que el ejercicio de la soberanía popular ya solo es posible mediante la mediación de los partidos.”
Conjugando democracia representativa, egolatría en los liderazgos, y predominio de los partidos políticos en el ejercicio del poder, la democracia (ya sea popular, liberal, conservadora y neoconservadora, socialdemócrata u otra, en su caso, de tendencia “orgánica” o “paramilitar”), la Democracia en mayúscula, se debilita por difuminarse la separación de poderes, porque el poder ejecutivo invade el poder legislativo, por constatarse enfrentamientos partidistas permanentes en el parlamento en vez de mejorar el marco legal, y por percibirse, a veces, interferencias ideológicas o partidistas en el sistema y ejercicio del poder judicial.
En consecuencia, en vísperas electorales o en cualquier momento de nuestra vida diaria, si de verdad se quisiera mejorar y revitalizar la democracia, el paso previo debe ser escuchar atentamente a la sociedad civil y apostar por mejorar sus condiciones de vida, educando en la solidaridad, mirando el interés general, y haciendo posible y efectiva la participación del pueblo y el ejercicio real de su soberanía.
La tarea no es nada fácil, frente a egolatrías desmesuradas, individualismo lacerante, y partidocracia ramplona, que condicionan el presente. Ni la opción anti-sistema ni la tendencia a una democracia orgánica de corte paramilitar o totalitarista van a mejorar la democracia. Importa, pues, como indica el Preámbulo de la Constitución Española de 1978 : “Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la Ley como expresión de la voluntad popular”, lo que implica garantizar los derechos humanos, promover el progreso de la cultura y la economía al servicio de la vida digna de la sociedad en su conjunto, y colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de cooperación y solidaridad entre todos los pueblos de la Tierra.
El paradigma del Estado y la Federación o Confederación de Estados – propios de la Teoría Política- hay que entenderlos al servicio del pleno desarrollo integral de toda la Comunidad Humana.