LOS CANGREJOS ROJOS EN LOS ARROZALES DE LA ISLA
En los años setenta (y poco) voces de alarma social recorrían Sevilla y sus entornos. Trataban de denunciar las consecuencias de la presencia del cangrejo rojo en las marismas del Guadalquivir y en los ríos de Andalucía. El hecho se calificaba como una previsible catástrofe ecológica pues se trataba de la invasión de una especie de crustáceo de río, de origen americano, que traería grandes consecuencias negativas para los ecosistemas andaluces.
La introducción del cangrejo rojo se produjo en una determinada concesión, cuya iniciativa resultó totalmente incontrolable –por la capacidad de reproducción y expansión de la especie-.
Hoy, la condena a la presencia de este cangrejo la mantienen grupos minoritarios de individuos dedicados, con un afán sin límites, a defender un Medio Ambiente acorde con el concepto que sobre el mismo ellos mantienen. Para actuar así, no han tenido ni tienen reparo en mentir y emplear medias verdades o cualquier otro medio, sea cual sea, y… aunque dañen a quien dañen.
Al cangrejo rojo lo califican como especie invasora, que lo es, como lo son miles de otras especies biológicas, que lo han sido y serán a lo largo de los tiempos.
Aseguran que el cangrejo rojo acabará con el cangrejo de río autóctono, de mejor calidad, sin duda, para la mesa.
Al invasor le dieron el nombre de cangrejo americano para hacerlo aún más despreciable para los muchos andaluces poco partidarios de los norteamericanos. Era como si dijeran no sólo nos invaden con sus bases sino que encima nos imponen sus cangrejos, el cangrejo rojo americano, aunque últimamente los medios de comunicación le han quitado el último apelativo y solo es el cangrejo rojo. Lo cierto era que el cangrejo rojo se multiplicó de manera tan fulminante en los arrozales, antiguas marismas del Guadalquivir, que los agricultores lo tomaron como una plaga que atacaba directamente a sus cultivos y temían acabaran con ellos.
Casi medio siglo después los habitantes de la zona, por necesidad y con ingenio, transformaron lo que se calificó de plaga incontenible en un medio de vida para unas cuantas miles de familias.
Paralelamente, del cangrejo rojo se alimentan algunas especies de aves que han aumentado su presencia en el coto más protegido del país y puede que de todo el mundo. Es decir se ha llegado a un equilibrio con relación al cangrejo rojo, lo que es fundamental para vidas y haciendas y, cómo no, para el medio ambiente lugareño.
Los cráneos privilegiados no encajaban en su concepción del Medio Ambiente la presencia del cangrejo rojo, aunque tras casi medio siglo bien se podía decir que ya es dudoso el calificativo de invasor, en tiempo presente, pues se había adaptado y no era una plaga sino un recurso natural que se aprovechaba por los habitantes de la zona y por algunas aves.
Utilizando una interpretación rígida y peculiar de la legislación, el Tribunal Supremo ha prohibido mantener la pesca del cangrejo rojo, así como la actividad comercial relacionada con él. Ha parado así la actividad de pesca, comercio, e industria que se desarrollaba y el medio de vida para miles de familias, de la noche a la mañana.
Alguno de los partidos políticos, que alimentan al “monstruo”, han manifestado su contrariedad por la sentencia y buscan otros medios alternativos para compensar a los afectados.
Lo que no dicen los cráneos privilegiados es lo que piensan hacer con el cangrejo rojo, que ante los hechos mencionados se convertirá en una plaga para los arrozales de las antiguas marismas del Guadalquivir de difícil tratamiento.
Los políticos no han dicho nada de su disposición a modificar una norma que se presta a interpretaciones tan claramente impresentables como la hecha en relación al cangrejo rojo. Tampoco dicen sin algún día decidirán, por simple sentido común, dejar de alimentar al monstruo que ayudaron a crear y a desarrollarse. Sin embargo, si el cangrejo rojo no se controla por la pesca y el comercio del mismo, ¿cómo se va a controlar? ¿Eliminándolo por medios químicos? Entonces… ¿cómo?
Frente a este problema actual, la Federación o el Sindicato de Arroceros y las cuatro Comunidades de Regantes se manifiestan en contra de la sentencia y a favor de la pesca y comercialización del cangrejo rojo. Pues si no se controla por la pesca se verá afectada negativamente el resto de la fauna pesquera, los arrozales y las propias infraestructuras de desagües y puentes.
En consecuencia, una realidad ya resuelta desde hace un tiempo viene ahora a “desajustarse” por cerrazón jurídico medio-ambiental, lo que no deja de ser injusticia para arroceros y familias beneficiadas por la pesca y venta del cangrejo rojo.
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