RODRIGO RATO, UN POLITICO SINIESTRO DEL PARTIDO POPULAR
El presidente Aznar mantuvo, durante un amplio periodo de tiempo, el discurso de que gracias a sus acciones España cumplió con los requisitos, en relación al cumplimiento de las variables económicas de deuda publica, déficit presupuestario e inflación, para forman de los países que tendrían como moneda única el euro. Atacaba, con tales razonamientos, a los gobiernos socialistas que le precedieron, de los que según su argumentación heredó una situación complicadísima para poder integrarse en la moneda europea, por lo que solo gracias a sus acciones excepcionales se logró la integración.
Lo que no decía el señor presidente eran los mecanismos que empleó, para conseguir situar las variables en los valores que le exigía la Unión Europea, algunos de ellos fueron las bases para llegar a la desastrosa situación económica-social actual y otros la venta de la participación que conservaba el Estado en sectores industriales estratégicos, en los que dejó de tener presencia y control, situación que no se da en ninguno de los grandes países que forman parte de la zona del euro, entre ellos el de las comunicaciones, es decir la Compañía Telefónica, de la que se desprendió del veinte por ciento de la misma, que aun conservaba el Estado, para poner la empresa en las manos de un amiguete.
El responsable económico del gobierno del Partido Popular que llevó a término tan lúcidas acciones era el señor Rodrigo Rato, que durante una de las manifestaciones que tuvo lugar en Barcelona, durante el año dos mil cuatro, en contra de las mentiras del Partido Popular, en la que él estuvo presente, le sorprendía que los ciudadanos lo odiaran y así lo manifestaran.
El señor Rato es una clara representación de todo aquello que tiene de despreciable una parte importante de la clase política actual, que permanece pegada al poder para conseguir de él ventajas personales, que aparecen y desaparecen de la vida pública siempre en pos de las prebendas y promotores de acciones corruptas para beneficio propio.
Tras su nefasta gestión en los gobiernos del Partido Popular, pasó a ocupar la presidencia del Fondo Monetario Internacional, cargo que prefirió a ser el sucesor de Aznar, quizá porque preveía el futuro inmediato del Partido Popular y un destino con rango de jefe de estado y salario millonario le convenía más.
A pesar de que ocupar tal cargo fue su elección, lo dificultoso que resultó lograr que lo asignaran para el mismo y la importancia que tenía para los intereses de España que estuviera en tal presidencia no agotó el mandato, probablemente porque presintió el sismo que se aproximaba para la economía mundial. Presentó su renuncia con la excusa de que lo hacía por motivos personales.
Volvió a Madrid con una jubilación cuantiosa para ocupar la presidencia de Caja Madrid y cobrar, a cambio de sus servicios, más de dos millones de euros anuales.
La entidad madrileña, bajo el control de la señora presidenta de la Comunidad Autónoma, Esperanza Aguirre, con presencia en el consejo de administración de otros partidos políticos, organizaciones empresariales y sindicales que se limitaban a cobrar cantidades desproporcionadas, no hacer nada y participar y respaldar los chanchullos que llevó a la Caja al desastre, ya que terminó por ser la entidad bancaria con gestión más desastrosa y corrupta del país, con pérdidas ingentes de dinero a costa de todos los españoles.
El señor Rato, está imputado en el llamado caso Bankia, a causa de los hechos presuntamente delictivos que acompañaron a la conversión de Caja Madrid llena de fraudes de todo tipo. Tuvo que dejar la entidad y para compensarlo ha sido contratado por la Compañía Telefónica como consejero. Al parecer los favores que se deben a este tipo de personajes, por parte de determinadas empresas, no prescriben nunca ni por ninguna razón.
Las humillaciones y abusos permanentes, que determinados elementos de la clase política someten a la ciudadanía, exigen acciones contundentes contra los responsables, aunque sólo sea para conservar la dignidad de las instituciones que pertenecen a todos los ciudadanos.
Es imprescindible dotar a la sociedad de mecanismos rápidos y eficaces, para cortar de raíz los muchos desmanes de unas minorías que se comportan como si pudieran cometer todo tipo de tropelías en la impunidad.
Los partidos políticos tienen la obligación de terminar con tantos atropellos porque en ello va su propia existencia.