Los indignados ante las elecciones generales

«No escuchar al 15-M es de necios» Alfredo Pérez Rubalcaba.

Uno de los acontecimientos políticos más novedosos de los últimos tiempos, lo constituye la eclosión de la protesta ciudadana de jóvenes y menos jóvenes que, hemos dado en llamar el 15-M. Ese magma social estaba ahí y el libro de Hessel ha sido la chimenea que lo ha llevado a la superficie.
Su capacidad de organización, su empatía, su pacifismo y, sobre todo, la rápida extensión unida al apoyo que ha sabido recabar por parte de la población- algunas encuestas lo cifran en más del 70 % –  han sorprendido a todo el mundo y mostrado a las claras que hay un gran malestar con el funcionamiento de la democracia que, no cumple las expectativas de una parte importante de la población. Pero, en definitiva, ¿Qué pretende este movimiento que se ha extendido por las plazas de todas las ciudades españolas, e incluso ha prendido con fuerza extraordinaria fuera de nuestras fronteras?Están reclamando derechos básicos: vivienda, trabajo, cultura, salud, educación, participación política, … todos ellos reconocidos en la Constitución Española de 1978.
Aspiran a la igualdad, el progreso, la solidaridad, el bienestar y la felicidad de las personas.
¿No son estas ideas las que han inspirado la lucha histórica de las fuerzas de izquierda en nuestro país?
¿No constiyuyen tales aspiraciones el esquema de un programa socialdemócrata  coherente?
Por último, en el colmo de la audacia, quieren que los representantes del pueblo español, efectivamente nos representen y defiendan los intereses de todos.
Sus peticiones no sólo son razonables sino necesarias para elevar la calidad de nuestra democracia y mejorar la vida de los ciudadanos y ciudadanas que, constituyen el  alfa y el omega de toda actividad política legítima.
Hay pues que, tender puentes, ofrecer participación, compartir poder y responsabilizarse de los  errores. Es posible que así, los partidos que se reclaman de izquierdas en este país pudieran enriquecerse con esta savia nueva, no sólo captando votos sino transformando la realidad de unas sociedades regidas por un sistema económico profundamente injusto e insolidario.
Los indignados españoles han conseguido un puñado de objetivos notables: colocarse en la agenda política española, influir en los programas de los partidos de izquierda, obligar a algunas entidades financieras a suavizar sus negocios hipotecarios, evitar o retrasar deshaucios y sobre todo han mostrado pacífica y civilizadamente que se puede y se debe revertir esta ola de capitalismo especulativo y salvaje que nos invade, para volver a un paradigma de sociedad donde el bienestar y la felicidad sean las metas a alcanzar.
Han entendido también a la perfección el carácter global que debe tener la lucha contra este sistema que nos ahoga.

Si un «broker» en Wall Street puede, en cuestión de segundos, comprar o vender acciones que, quizá impliquen pérdidas de puestos de trabajo o hambruna en África, también es posible en segundos convocar indignados en Japón, USA o Israel.
No obstante, el 15-M necesita traducir el éxito de su movimiento en objetivos realizables a corto y medio plazo y para eso, a nuestro juicio, es necesario utilizar los cauces que ofrece la democracia, es decir, los procesos electorales y los partidos políticos. Eso sí, cribando escrupulosamente aquellas formaciones que mejor puedan representar las ideas de estos hombres y mujeres tan prometedores que, en un momento de crisis como la actual, se han echado a la calle para decirnos que deben mantenerse los ideales y que hay otra forma de hacer política para modificar la realidad.